Las dos de la madrugada. El color de tus ojos
sale y se detiene en una esquina del cuarto.
Una fina silueta y una sombra arrepentida,
desentrañando enigmas, desalmada, me seduce.
Llueve en tus colinas el deseo silencioso y seguro,
el contorno de tus muslos y el roce de una mano
preludian el primer beso de la
aurora más rosada.
Algo, surge de pronto y lo contiene todo.
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