Nos une una distancia de melancolía,
nos separa un raudal de manzana y miel.
A veces nos cruza un aroma lascivo,
un ebrio mar de noche y de cabellos.
En ocasiones nos ruge un vendaval,
un súbito galope nos lleva hasta el éxtasis.
En oportunidades quedamos vagando
por un aire blando, dolidos y esperando
un tibio sufrimiento de jazmines.
En ese instante, calla el rocío y la campana,
y hundidos en la ausencia dura la nostalgia.
¡Cuánta intensidad en una noche de pasión! Muy sutil, sencillo y elegante. Insinuar, pero no mostrar. Simplemente, divino...
ResponderEliminarUn saludo.