sábado, 19 de octubre de 2019

Locura mansa

El ruido del viento llega sin voz,
el silencio empapa una soledad
 secreta y con aires franciscanos.
Poco a poco, se empaña el cristal
del recuerdo. Ayer, hurgando
en la penumbra, descubría un camino
su mano sobre el temblor de tu piel.
Estaban solos y sin palabras,
fundidos en la penumbra, desnudos
hasta los pies, en la belleza que deja
el cansancio cuando se ha desvivido
el  instante, infinitamente fugaz,
que vertió la corriente que te hizo temblar.
Entre tus carnes y huesos un todo que,
casi hasta el alma, te vibró colmada.
Pero eso fue ayer. Su aroma a tierra,
su ardida dulzura, ahora apenas se nota.
Te sientes como ajena, íntimamente intrusa
en un cuerpo empapado de otro cuerpo,
desconocida isla con exactitud de infinito.
En tu boca, sin rastros, vive su nombre.
Se inmola un eco en cada latido
y te repliegas en el cobijo del lecho,
durmiéndote en la locura mansa de amar.



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