Finalmente
sucumbió el jazmín
luego
de un largo languidecer.
Sin
hojas y sin fuerzas en su tallo,
se
fue, breve, bajo el sol de la tarde,
desenhebrando
una última sombra,
tímida
e inquieta, fatalmente final.
Observo
ahora una tierra yerma,
con un
vacío que alberga ausencias,
me
pregunto si el verano es tiempo
para
sembrar algunos abrazos lentos,
o si
tendré que esperar al otoño,
acurrucando,
hasta entonces, versos.
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