En
ocasiones la noche
se
viste de tristeza taciturna,
el
viento toca las plantas
con mirada escondida.
Obstinado
e insensible,
más
cerca de lo que parece
por
sus modos desencantados,
el
día, dueño de sus actos,
no
encuentra la fórmula
para
acercar el arte de la luz.
Y allí
estoy yo, soliloquiando
frente
a, tal como diría Borges,
la
dudosa seguridad de los espejos
( y
sus pequeñas magias inútiles).
Una
vana experiencia concreta
para
quien ha fracasado en todo,
menos
en vivir de pecado en pecado.
De los
que hoy solo quedan
las
memorias y el azul como color,
e,
inevitable, (vuelvo a Borges),
solo
existen los paraísos perdidos
y
apenas, si logramos refugiarnos en ellos.
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