Amanece
y se hunde en barrancos de humos.
Sentado
en un rincón de hollín, una taza de café
está
llena de silencios y cenizas de amanecer.
En esa
demasiada nada, sobrevive un sueño
que se
amohosa como un trozo de pan duro,
pero
persiste con la astucia de los sobrevivientes.
Piensa
que es hora de descubrir las posibilidades,
cuenta
hasta legar a tres y medita si no sería mejor
dejar
todo para mañana, hasta que algún dios
respire,
tranquilo y bueno, un feliz y dulce olvido,
que
sea tan abundante y razonable que salve
lo poco
mucho de lo que hoy no tiene ganas.
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