El ancestro es un azul,
alguna
vieja sábana,
algodón
rustico y duro,
regado
de viejos sudores,
revuelta
por pieles hoscas
del
labradores o jornaleros.
Una fotografía
en sepia
que
aburrida, se destiñe
con lavajes
de olvido.
Pensar
que eso que está
ahí
sin que se recuerde,
intacto
prófugo de todo,
en
alguna perdida madrugada
tal
vez, después de probar
una
cena y un lento vino,
germinó
en el justo instante
la
humedad de tus raíces,
que,
según azarosos planes,
marchando
de rutina en rutina,
transitó
caminos de tiempos
hasta
llegar a ser eso mismo
que
hoy sos, solamente
el
ancestro de los que un día
verán
desintegrarse los pixeles
de cosas
ausentes de su mundo,
entre ellas,
ese azul ancestro
que
hoy mira una foto en sepia.
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