sábado, 9 de abril de 2011

Isla de sal

En pequeñas gotas
de vastedad interminable
y salobre gusto,
la ansiedad se crispa
como viniendo
de mar afuera.
Perenne oleaje
que al corazón
en zozobra arrasa,
frágil chalana
en colosal desmadre
de las negras aguas
del desasosiego.
Así, del amor preso,
vive quien, en arrebato,
sufre una pasión
cuando el querer lo aqueja.
No tiene otro afán
que alcanzar las dunas
de sosegadas playas
para al fin encallar
el agitado bote
de su timorato anhelo.
No pide un territorio,
virgen e inexplorado,
ni un continente
entero por descubrir,
le basta solo
que el norte que apetece
apenas una isla sea
y calidez contenga.
Pero en el temor
de sentirse rechazado
rehuye toda ocasión,
virando de su barca el mando,
evitando que la proa,
que marca su deseo,
se atasque inútil
en una isla de sal.








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