Me detengo
por un momento
en lo yermo
de una página en blanco,
tan tatuada
de ausencias y letras,
como
el vacío de una
tarde de otoño.
Comprenderla
es un trago lento,
un algo cercano
y distante a la vez,
todas las
posibilidades de la tierra firme,
para que
germinen en ella versos,
y la
fragilidad de una hoja que lleva el agua,
para lograr
que sean los correctos.
La
inspiración, cálida pasajera de los sueños,
desborda
el cause de sus entrañas
y, a modo de
relámpago, se empalaga
con un
ofrecido bacanal de rimas asonantes.
Observo la
bruma de inexistentes letras
en lo albo
que su extensión encuadra,
no ha de ser
sencillo superar lo destacado
de su
virginal mundo de posibilidades,
ni aun con
la mejor lagrima azul que trace.
Me gana la
nostalgia escondida
que brota de
esta página en blanco,
y decido que
la belleza que en ella se logre
sea aquello
que gesten tus manos.
Porqué escribes tan hermoso. Vivo tu poesía aquí tan cerquita.
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