Hoy
aprendí que debo pasar
toda
mi vida pensando en ti,
mientras
que cuelgas tu alma
en
un rincón del viejo placard.
Es
que a mi, de vez en cuando,
suelen
dolerme las ausencias,
como
esa vieja muela de juicio
que
hace años que ya no esta,
y
se le da por punzar, molesta,
los
días que jode la humedad.
O
esa sombra que suelta mi mano
en
una despedida incierta
ante
un mar de interrogaciones.
Tal
vez deba adiestrarme al plagio
de
aquello que quedo de ti:
un
cepillo de dientes, un aro,
el
maquillaje moteando el espejo,
una
que otra camisa sin planchar.
Esas
pequeñas pocas cosas
que, como navegantes
del insomnio,
se
arropan en mi almohada.
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