sin impulso, sin enjambre de rocíos,
la luna es apenas un breve vestigio.
Transparencia
sin pureza ni cordura,
que por excesos y debilidades, se postra
en el reflejo de una luz enmascarada.
Mil veces, pese a esas cosas que no tengo,
yo guardaba un nombre para recordar en ella.
Le había
escondido su rostro a la oscuridad,
y esperaba, como se aguarda el buen tiempo,
con una esperanza con sabor a manzana,
con las manos aferradas al pulso breve,
pero solo me quedó la abstracta luna,
plena de desnudos puntos suspensivos
que se van ensanchando en cada ademán
con los
que me dejo llevar, desterrado,
hacia donde solo queda un anhelo para
perpetuar.
Un saludo desde Salamanca, España.
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