en lo
oscuro, tranquila.
Susurra
otoñales hojarascas
con la
quietud de quien
es demasiado
frágil
como
para arder en lágrimas.
Su diáfana
intensidad
ilumina
los alrededores
y
perfuma atardeceres.
Sus
pies en el suelo caminan
distancias
nunca recorridas
por su
cuerpo de agua.
Volátil,
pequeña y azul,
navega
en cantos y versos
dejando
perdidas brisas.
Ausente,
todavía reaparece
en el
opaco silencio
de sus
pájaros, que quedan
palpitantes
anidando el corazón.
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