Vértigo, remolino,
mudez
sin nombre,
reflejo
de tu cuerpo
sujeto
en la memoria.
Entremetida
criatura
plegada
en un absurdo
desvanecer
del tiempo.
Ausencia
que, presente,
rebasa
los párpados
en
algún lugar de mí.
Con
salvaje
inocencia,
reaparece
en plegaria;
regresa,
corre, escapa,
siempre
viniendo de la nada,
de
estar en un adentro
marchando
por las venas
en gotas
latentes e infinitas.