Madrugador como ninguno,
Intrépido y solo,
Me internaba en el mar
De tus ojos de cielo.
Que no eran mar ni firmamento.
A veces, límpidos y claros
En ellos ver podía
Hasta el más íntimo de tus secretos.
Acaso eran grises, o
El color de la tierra tomaban.
Y también que del azabache
Presto el color atrapaban.
Tus ojos cambiantes
Han sido mi guía
De torpe y quieto marino
Que por ellos,
Confiado, por todo tu cuerpo
Dejar se llevaba
Y allí, por fin me anclaba,
Sabiendo que él era
Mi único puerto
El que siempre, tanto anhelaba.
.
Esta poesía desde que tuve el placer de leerla me encantó, es preciosa.
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