Marionetas
de esteroides
envidian
lo que es inmortal
en
los ojos de Bette Davis.
Una
pareja demasiado ética,
le
prohíbe hamburguesas
a
dos caprichos en ojotas.
Una
borracha de ginger ale
regresa,
como la mujer araña,
dando
mimos con sabor ajeno
al
cadáver de un guardia civil.
Ven,
seamos felices ahora,
gorgotea
un fantasma mentiroso,
y
en el caleidoscopio sub-realista
del
baile absurdo y sin sentido,
un
señor, con sombrero de copa,
a
punto de morir aburrido
en
su inútil tertulia olvidada,
se
pregunta, escupiendo al cielo,
¿cómo
pudimos llegar a esto?
Un
aullido de rojo ritual le susurra,
al
son de un cajón flamenco:
el
Gobierno los hizo estudiar.
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