A
veces, suelo soñar con un azul lejano,
alucinado
por el opio de la luna,
copiando
en secretas pupilas
notas
musicales y tonos suaves de violeta.
Es
como si disfrutara de un brindis,
de la plenitud
de un secreto o de una entrega,
como
embriagarme de un licor de ingenuidad
y caer
en un vértigo sin alba y sin ocaso.
Despierto,
guardando una imagen ya perdida
con la
certidumbre de un inmenso arrebato.
En
tanto se disipa ese blando misterio,
me
regreso al sarcasmo de la propia vida
donde
acumulo cansancio, languidez y olvido.
Los sueños también son secretos salvo que el que los sueña quiera develarlos. Me encantó el poema, como siempre, todo lo que escribes.
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