Que
mejor ejercicio en este día de lluvia,
que
intentar descifrarte escuchando
las cosas
profundas que las gotas dejan
deambular
sobre el marco de la ventana.
Descifrar
el vagar de tus alegrías dormidas,
de tus
brazos atravesados sobre tu vientre
y el
ángulo absurdo de tus piernas, recostadas
como
un tronco inclinado por tenue viento.
Irremediablemente
vestida solo de tu piel,
acunando
una sutil sensación de desgano.
Sigiloso,
esbozo una caricia ausente
que me
brinde una pista para evocarte,
y mi mano,
dócil al misterio de tu carne,
se
pierde en los laberintos de tus latidos.
Mis
intentos se resquebrajan bajo la inercia
de
quererte así, ignota e inexplorada,
aquietada
en el candor dormido del reposo,
y dejo
que la lluvia, canción distante que se pierde,
haga
de ti una página blanca a descifrar.
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