martes, 15 de diciembre de 2015

A quemarropa


Yo tuve un mar y pandillas de caracolas haciéndole eco.
Vi el final del horizonte veinte años después de una mirada,
gocé un amor difícil y muchos más que no tienen ningún epitafio.
Guardo una memoria agitada y un café endulzado con verdades.
Soy un hombre sin certezas y con muchas dudas reflexivas.
Deje de querer cada vez que recomencé a volver a amar,
me guarezco en silencios heroicos y en sueños recurrentes.
No me quedó otro remedio que vivir de noche y a quemarropa,
pero eso ya no importa, no necesito más que lo que tengo.
Me duermo envuelto en manías privadas y de penitencias limpio,
para amanecer, una vida después, con la avispada gratitud
de haber reposado, luego de la batalla, a la sombra de su sonrisa.

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