Energía de carne perentoria
se prende
de mis espigas
y sus
zonas transversales,
en una
alborada impaciente
que
sacude la estupidez
con
que todos mis sueños,
(grotescos
y sin finalidad)
guían
mi humanidad nocturna.
Asomo
al ritmo del mundo
con un
inventario efímero
de tus
muy breves rubores.
Tu
cuerpo, huérfano de cautela,
desnuda
una soledad adulta,
resuelta,
firme, (y desvestida),
me apremia
a no moverme,
reconociéndome
hombre
en tus
misterios escondidos.
Una margarita sin deshojar en el jardín de las burbujas. Bonito poema y la imagen espectacular.
ResponderEliminar