Apareciste desafiando la autoridad de la música,
cuando ya casi era la migración de junio,
Envuelta en una vorágine de agitación sin treguas,
inundaste de conversaciones mi interior,
y de hierbas, sonetos y ofrendas los alrededores.
Silencios y ruinas, cobraron vidas
en una danza casi perfecta, que obviaba las horas.
Ahuyentaste las fieras aladas de la tristeza
con impulsivo despliegue de ninfas.
Olores y sentidos rejuvenecieron en tornasoles.
Descubrí el vacío que me habitaba sin ti,
y me dejé renacer sobre tu vientre, aferrándome,
febril, a lo que nunca tuve.
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