Paseaba conversando con su sombra,
confesando secretos en la madrugada.
Imposible no hablar de amantes y cafés
o hacer un inventario de comparaciones.
Confrontaban uno que otro punto de vista,
se persuadían mutuamente de su sabiduría
y se hundían en la noche más negra
donde la interminable nada lo es todo.
El faro era solo un cuadro surrealista.
He leído varias veces este poema para poder ver el mensaje. Y una vez comprendido, lo veo perfecto. La sombra propia es compañera y cómplice de nuestro trajinar diario.
ResponderEliminar