Llevo tu cuerpo en la mirada
y el itinerario necesario para recorrerlo.
Dulce y obediente memorizo
el tumulto de horizontes trashumantes
que rebota en la boca y en los dedos
y esas otras tantas cosas que quedan ocultas
por más que abra las manos
en la sombra dulce y con los ojos abiertos.
Me voy amontonando en tu espalda,
en la piedad de tus esquinas,
deteniéndome en el templo que guarda tus misterios,
y allí me inmolo en esa pira de martirio,
hasta que pueda despojarme un día
de esta necesidad de llevar tu cuerpo en mi mirada.
Buenos días, poeta, que por cierto hoy es soleado y las ramas verdes están brotadas, listas para dar cobijo al pasajero.
ResponderEliminarEs bellísima la sutileza, creando un lienzo donde poder hacer perder la mirada.
ResponderEliminarMil besitos.