Ayer, aquí mismo, se plantó un árbol.
Un simple soldado verde sobre la tierra.
Alguien talló una voz en su corteza,
tal vez un hombre de poco hablar o un condenado.
La grabó del lado de la lluvia, con la luna nueva.
En el polvo de los días
a nadie le importo la frágil voz tallada ese día.
Así, de a poco, fue la cosa.
Ahora hay tan solo un viejo árbol que ni siquiera
está en un buen camino.
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