Llevo en mí el olor de tu cuerpo. Y me regreso.
Siempre en el final del camino soy cautivo
de un llover de deseos. Insoportable.
Así, me vuelvo a las caricias ahuecan tu vientre
a perderme en tus ojos en una continua batalla.
Hay momentos en que me siento hurgador de letras muertas, alquimista de consonantes, carpintero de vocales, constructor de palabras sueltas que solas se arman en papel. Y hay momentos en que solo me veo equilibrista de mis pensamientos, sin poder volcar en la pluma frase alguna que refleje la tumultuosa volatilidad de mis alocados sentimientos. Y hay momentos en que me basta pronunciar por lo bajo tu nombre,para saberme vivo. Entero
Parvedad que dice tanto...
ResponderEliminarMe encantó, Sergio.
Mil besitos.
Los deseos cuando son correspondidos resultan maravillosos.
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