jueves, 21 de agosto de 2025

El Comisario del Viento - Presentación

Los que abren la puerta lo pueden ver perfectamente.

Ridículo, sentado sobre el inodoro, con los pantalones prolijamente amontonados sobre los brillantes zapatos, unos mocasines clásicos, negros, lustrados, con un detalle de metal plateado en la hebilla.

Por sobre los pantalones asoman, como emergiendo de los calzoncillos grises, unos calcetines negros, a los que continúan una piernas delgadas, blancas, que aún hoy, después de tanto tiempo y de la situación, dejan ver unos músculos formados por algún deporte practicado.

Las piernas son velludas, con un vello gris blancuzco, un poco menos en la pantorrilla y casi nada en la rodilla, sobre ellas descansan los brazos con las manos entrelazadas, como en un rezo, cosa que seguramente el no habrá hecho, así que solo debió ser una costumbre.

El torso esta algo inclinado hacia delante, sostenido por la pared, el hombro izquierdo apoyado en ella, la camisa rosada está perfectamente abrochada, con las mangas arremangadas hasta el antebrazo, la corbata, vieja y algo gastada, haciendo tono, con el nudo colocado bajo el primer botón.

La semicalva cabeza inclinada sobre el hombro izquierdo también descansa en la pared, el rostro placido, los ojos semiabiertos,  mostrando en conjunto algo así como una satisfacción infinita.

Satisfacción que seguramente no se debió a lo sucedido, sino que, con toda certeza, tuvo su origen en los acontecimientos que precedieron al hecho.

El siempre había asegurado que esa era la posición mas ridícula en que se podía encontrar a un hombre, refiriéndose con esta denominación al género humano, pues le parecía que estar así, era tan grotesco para el hombre como para la mujer.

“No hay nada peor que ver a un hombre cagando en un inodoro” decía, y sobre ello tenía toda una teoría que, repito, le era aplicable tanto al hombre como a la mujer.

“Está el tipo allí, o la tipa, que para el caso es lo mismo, sentado casi en bolas pero sin estar en bolas, con los pantalones o la pollera por el piso, las piernas juntas, las bolas metidas en el inodoro, cerca del culo, haciendo fuerza con todo su cuerpo, pero mas que nada con la cara, como si pujar con la cara ayudara a los intestinos a moverse, al esfínter a relajarse o a la materia fecal salir hacia su destino incierto”.

En ese momento el tipo, o la tipa, es totalmente vulnerable, solo puede hacer una cosa: cagar, no puede hacer nada más, ni pensar se puede, aunque, debo reconocer, algunos suelen aprovechar el momento para leer, pero generalmente lo hacen en los momentos previos, nunca en “ese momento” o después.

Porque después es como si automáticamente se dieran cuenta de lo ridículos que se ven y sienten la urgente necesidad de salir inmediatamente de la situación, esto es, se limpian el culo lo más rápido que pueden, se suben los pantalones o las polleras, tiran de la cadena o aprietan el botón, según el sistema que haya en ese baño y buscan salir de él.

Algunos, “muchos diría yo, solía repetir, ni siquiera se lavan las manos”.

Hasta recordaba una anécdota, ocurrida allá por el 76, a principios del golpe militar, el que inauguró el Proceso: un sindicalista al que llamaban “Gato”, medio zurdo y medio peronista, estaba en una lista de gente que debía ser encarcelada porque era considerada “potencialmente peligrosa para los sagrados intereses de la patria”

Los milicos lo fueron a buscar directamente a su casa, a las ocho y pico de la mañana, por supuesto que ni se tomaron la molestia de golpear en la puerta, directamente la derribaron de una patada, y cinco o seis de ellos se metieron de prepo, tirando abajo muebles y abriendo puertas con el mismo estilo, es decir a las patadas.

La mujer del Gato y los chicos comenzaron a los gritos, pero cuando el Gato los escucho, al mismo tiempo escucho el patadon sobre la puerta del baño y vio al milico, con el FAL en la mano parado frente a él.

El milico también lo vio, sentado en el inodoro, con cara de boludo, en la misma posición que ahora se encontraba él, solo que en lugar de dejarlo allí, tranquilo, que siguiera haciendo sus necesidades, el milico lo agarró del pelo, lo levanto sin preguntar si había satisfecho las urgencias de su cuerpo o si necesitaba limpiarse el culo, y así como estaba, con los pantalones bajos, mostrando sus atributos y su culo al aire, lo arrastro por toda la casa, por delante de su mujer y sus hijos, lo sacó a la calle para que lo vieran los vecinos que se asomaban curiosos y lo metió en la caja de un viejo Unimog verde, que eran los que usaban los del Ejercito.

Muchos años después, cuando el Gato recuperó la libertad, con más arrugas y menos pelo, se enorgullecía de sus años de preso político, pero jamás contaba como lo habían detenido, lo avergonzaba ese humillante momento.

Otros habían caído en cana por enfrentarse a la policía o al ejército, por hacer pintadas políticas o por estar en reuniones clandestinas… él, era el único que cayó en cana por estar cagando…. Toda una vergüenza.

Y ahora el viejo Comisario del Viento estaba allí, sentado en ese inodoro blanco, sobre el piso gris, de cerámicas prolijamente colocadas, apoyando su cabeza en la pared con una guarda de mosaicos azulados, al tono, con cara de satisfacción, los ojos entrecerrados, en la posición que más burlesca le parecía y en la que nunca hubiera querido que lo encontraran, aunque todos los días de su vida, desde que tuviera recuerdo,  la había practicado, por necesidad, claro, no porque le gustara.

Seguramente, si alguien le preguntaba que le había pasado, apelaría a su rara ironía, y mezclando la verdad con ese sarcasmo que siempre lo acompaño diría: “me cagué muriendo”.

         

                           





Hasta los huesos

Ven y dame esa gloria de ríos

que peregrinan por tu cuerpo,

riégame de tu suave humedad,

arráncame con integral inquina

de los peligros de tu ausencia.

Que aún como cenizas de nada ,

los ardores viejos que nos unen

ninguna vez han de llegar tarde.

Siempre volveremos a la alquimia

de penetrarnos hasta los huesos.


 

lunes, 18 de agosto de 2025

Junco envenenado

El  miedo tiene zarzas y desgarros,

es un ángulo que penetra la noche, 

incordura volcando molestas hieles.

Voluptuoso y sutil  junco envenenado,

murmullo de silencio absoluto y total.

Cáliz que encierra en sus márgenes

 el fondo de un lugar donde dolerse.

Su espuma sabe a borrasca y brebaje

de sabor desconocido e inclemente.

Pero es solo miedo, trepidante y falsa

ignorancia ante lo oscuro o lo incierto,

complejo existencial de lo impreciso.

Endeble manantial que se evapora

si uno se anima a abrir y cerrar puertas,

retozando en la válida y única aventura

de sacudirse la modorra de la vida. 





 

 

                                                                                                                   

 

                                                                                                                             

Camino ajeno


Ella se paseaba leyendo lo imaginario,

esa beneficiosa fantasía de los buenos.

Trance, lánguido y etéreo, seduciendo

con su  fatal ensueño, todo lo enfrentado

a su esperanza, atizando un amor precoz.

 Euforia calcinada que obliga a blasfemar.

Tengo que admitir que esperaba algo más,

No sé, campanas rindiéndome la carne,

dagas escarbando las claves de la piel,

mecanismos elevando un arco iris azul,

un barco de papel sin llegar a naufragar.

No se. Un algo que me fuera diferente,

Pero no, solo encontré largas sombras

y palabras yendo por un camino ajeno.


sábado, 16 de agosto de 2025

Mal día


Austero día de palabras blancas,

de cuajadas soledades errantes,

pausas y preguntas contestándose

lo que se oculta y siempre se miente.

Todo eso y aun no termino de aprender

el insistente, misterioso y fatal rito

de sentir en las venas un sinfín de pájaros

respirando, lento, la interna ansiedad

de apagar el mal sueño que inició el día.

 

                                               

                                                                                                          

viernes, 15 de agosto de 2025

Sonido del flash

 Encuadrarse frente a la luz verde,

 desde adentro, cerrar los parpados,

sonreír con indolencia de leyenda.

Rememorarse en un rosado lavado,

mentalmente repasar si, a tiempo,

la nariz fue empolvada y los labios

untados de fieles ángeles guardianes.

Listo, ya todo está prolijamente listo.

Solo resta esperar el sonido del flash.

Y logramos entrar a una teñida eternidad

de pixeles con diafragma y foco único.

Luego, a lavarse bien la cara y sonriendo,

volver la realidad sin filtros de todos los días.



jueves, 14 de agosto de 2025

Vuelves

 

No sé si tu nombre

tiene esta lluvia

o es que tu tiempo

se oculta en la niebla.

Siempre tú vuelves,

salpicada de vientos,

sin miedo ni adjetivos,

simple mujer, vuelves.

Por eso en ocasiones.

suelo caminar al revés,

volviendo de donde

alguna vez me he ido.

recortando las distancias

que me vienen sobrando.

En el descaro

 Como un poniente gran sol,

de locura desbordado,

y acaso en un ruego tierno,

alegre, deleito mi oído

en una ceguera luminosa

que trasciende todo milagro

cuando tu sombra yace,

fresca y levemente fragante,

en el descaro de mi almohada.



miércoles, 13 de agosto de 2025

Pátinas de tristezas



Estas en el viento,

o en alba detenida.

Alguna memoria

reaparece en ti.

Ojos infatigables

atraviesan olvidos,

tentativa infructuosa

de resolver enigmas.

Los viejos hilos rotos

ocultan cicatrices,

 pruebas volátiles

de inútiles tentativas

de forjar en hierros 

pátinas de tristeza. 


En otros tiempos

Dijo que no, luego, hizo una pausa,

parpadeó en un pequeño espanto

como si estuviera  a la intemperie.

Entonces entendí de lo inalcanzable

que puede ser la distancia sin aire,

 inhóspito y aislado espacio opaco

donde el lenguaje del abandono

es la acorralada burbuja del castigo.

Eso fue para el invierno del setenta.

Los años pasaron con ruido de vasos,

una absurda melodía destemplada

fue ocultando el sol tras los cristales,

a falta de su palabra, un charco de tinta

abandonó su esquina, mísera y confusa,

e intentó volcarse en la pared de hielo.

Primero pareció llorar retórica tristeza,

desasosiego que dio cause a letras

que tenían sentido cicatrizando heridas.

Luego el mundo dejó de ser desierto,

y hubo pájaros, estrellas y otros vinos.

Es cierto, todo fue en otros tiempos,

algo así como un sueño equivocado

que solo dejó el vicio de escribir en calma. 

Ilustración: "Maria Mancini en otros tiempos"- Jacob Ferdinand 




martes, 12 de agosto de 2025

Nunca supimos


Nunca supimos sacar a pasear el alma

un día de lluvia,  ni gastar el fuego excesivo

con palabras adecuadas a los tímidos secretos

                               que guardas en tu vientre, suave y medieval.

Desperdiciamos la hoguera de lo sublime

en tiempos grises, quizá inútiles o fugaces,

 y las horas azules nos alejaron del paraíso 

que trazaban tus pies desnudos en el espejo.

Solo dominamos el  arte de amarnos a ciegas

perpetuamente, en el momento más inesperado,

como quien consume un entusiasmo sobrante,

con esa desvergüenza incierta y melancólica

que desde siempre consideramos apropiada.

Solo queda el padecer de ese nunca supimos,

como un regresar a no respirar lo esperado.

lunes, 11 de agosto de 2025

Peso solido

 Entre nieve y barro

marginales gotas tibias

carnosas y vivas,

apariencia inocente

de una melodía fugaz

que se refugia precoz

en guaridas habitables

de verdes mareas,

Pardas gotas aisladas

cual surcos humedad,

afelpados de tiempo

y cariños nostálgicos,

atrincherados en ojos

que guardan  el peso

sólido de las ausencias.