sábado, 14 de mayo de 2011

Protohistoria

No puedo olvidarte,
dijeron tus ojos azules.
Casi rezando agregaste:
pero la sensibilidad
nos juega en contra.
Sentí que todo se detenía,
un jaque mate mis fantasías
y, el fantasma de tu ausencia,
comenzó a retorcerse en mis venas.
Creí que estabas jugando conmigo,
o que todo era el mal recuerdo
de los viejos sueños nocturnos.
Pero no; así sucedió. Y luego partiste.
Realmente lo único que importa,
pensé, son esas locuras breves
ahora perdidas en tu memoria,
y fui cerrando los corrales
a la tormenta de tu distancia.
A veces en el rojizo atardecer,
te pienso como una triste lluvia
que me ayuda a teclear para escribir,
o esos sentimientos contradictorios que,
como árboles quietos en el horizonte,
no parecen ser cascada de pasiones.
En el desconsuelo fuiste sólo una luz
y bailé con ella algunas veces,
pero eso ya fue. Ni tu rostro, ni tu foto
me sumergen en locuras breves.
En la mente solo tengo el exilio
de esas frías mañanas perfectas,
en que tu cuerpo limitó con el sol.
La protohistoria está en este ayer
del que no se porque, escribo.


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