lunes, 19 de septiembre de 2011

Raro

A veces se le agotan las palabras
y los pensamientos se le envejecen solos.
Después, cuando la noche no tiene sueño,
cuenta prórrogas dónde solo reside el abandono.
Prodiga toda su vida en solo tres días,
guardando los otros cuatro para el absurdo.
Habita un paisaje hacia dónde no se llega
y en cada nuevo comienzo no le pasa nada.
De poco le sirven las pequeñas cosas,
metido como está en discrepancias y pausas,
Fenece lentamente en su propia ausencia.
Una extraña despedida  se le balbucea
sentado en la escalera de la catedral.
Todos le creían de por siempre perturbado
pocos lo sabían neciamente enamorado.


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