Envuelve
el vapor
con
vahos el espejo.
Distorsionada,
tú figura,
lenta,
se despoja del día
en inanimadas
prendas,
que
se pliegan en el suelo.
Un
cuerpo, aun perfecto,
se
incluye en el ambiente
suavemente
húmedo
de
la llovizna perfumada
que
agasaja tu piel.
Te
sueltas los cabellos,
mientras
tu mano suave
se
templa con la lluvia
que
impregna la mampara.
Agradable,
te moja el agua.
Arroyos
de ensueño
en
cascada nacen de tu nuca,
y se
deslizan tibios,
(sensación
extraña)
por
una dermis que se eriza,
cual
si fuera acariciada.
No
están sus tibias yemas,
ni
su sabias palmas,
dueñas
de tus puertos
recorriendo
lo conocido,
pero
lo imaginas
allá,
donde ya estuvo.
Una
versión extendida,
cual
si fuera mariposa,
aletea
su recuerdo
guiando
tus enjuagues
por
donde aún está presente.
Sola,
pero acompañada,
no
quieres abrir tus ojos,
disfrutando
cada segundo
de todo
lo sentido.
Ilustración: "Mujer duchándose" - Cristóbal Toral
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