miércoles, 24 de junio de 2015

Nunca


Un hilo se balancea con la inquietud de una sonrisa cautivadora.
El hilo está atado a la prisión de cristal de una rama,
la rama es solo una más de la estirpe de un viejo tronco.
El viejo tronco soporta crudos inviernos en el camposanto,
el camposanto alberga por años montañas lloronas.
Las montañas lloronas se enclavan en la agonía de la tierra,
la tierra navega sobre el agua de una sirena enamorada.
La sirena enamorada ve bailando al hilo,
el hilo tan solo danza, sublime, sosteniendo al enamorado.
El enamorado pende en la sacramental neblina,
la neblina envuelve la rutina de ese valle de silencio perdurable.
Si el silencio no fuera tan gris, el hilo no sería soga,
la soga no soportaría un dolor foráneo.
Lo foráneo nunca pendería de una rama.



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