Hubo también otras
noches
en que las huellas de
aquel cuerpo
jugaban a destrozar
inquietudes.
Claro que sin el brillo
y sin el azul
que aquel cuerpo dejaba
con sabor a caramelo y
aguamiel.
Ahora las cosas no
tienen ese sabor,
pendientes de un hilo
aún perduran las
vendimias de sabidurías,
derramadas como tentaciones
en el aire plagado de
tóxica humedad.
Flota la carne, ya no
tan nueva,
en la gelatina roja de
los arrepentimientos.
Unos ojos distintos
miran las tímidas huellas
que aún quedan.
Impasibles,
se incendian los días
en la lenta lengua
con la que nos lame el
tiempo,
el deseo blanco se
ausentó del lecho,
el olvido va talando lo
poco que queda
de aquel cuerpo en
otras noches.
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