Mi amigo es un desconocido,
uno ser de esos que aparecen
cuando se abandona todo.
Nunca
antes lo había visto,
a
veces es torpe, rebelde,
y por
momentos algo grosero.
Cansa
la monotonía de su voz
o
cuando permanece inmóvil
sin querer
pronunciar mi nombre.
Extiende
la mano reclamando
un momento
de tranquilidad
con la
ambigüedad de una nube,
justo
cuando es la inquietud
la que
me carcome por dentro.
Mi
amigo anhela armonías,
disfrutar
fugacidades y la posibilidad
de ser
de nuevo promesa
de una
necesidad que se intuye,
y se
niega a comprender
que
apenas solo soy de carne,
con llagas
abiertas que no cierran,
que
sigo adelante con muñones
de lo
que alguna vez fueron ilusiones.
Se lo
digo y su carcajada atina,
indolente,
a adormecer mis arrugas.
Embriagado
de sonrisas rompe el aire
y me
empuja hasta donde se vence
el
mortal delirio de la tristeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario