domingo, 5 de mayo de 2019

Una tarde


Una tarde, aún lo recuerdo, se silenció mi voz,
quedé sin palabras, mis ojos se perdieron
en el abismo que, en silencio, ofreció tu cuerpo.
Hasta la ausencia se colmó del aroma de tu piel.
Fui pájaro viajando en tu mirada, transeúnte
de la blanca llanura de tu vientre. Bárbaro
en la frontera móvil de tus caderas. Ávido tirano
imponiéndote mi ansiedades y sumiso esclavo
de los instintos hambrientos que mordían mi sal.
Esa tarde, las caricias anchas y densas, me colonizaron,
dejé de ser un extranjero en tus dominios
y adopté las costumbres voluptuosas de tu gobierno.
Hoy, me instalo frente a ti sin que exista tierra oculta
entre nosotros y juntos somos peregrinos
del horizonte en la absoluta densidad del cielo.

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