Me
gustan los espacios que habitan tu
cuerpo,
las
tinieblas con que vistes tu perfecta desnudez,
la desmemoria
con que mis manos te descubren
y ese
licor derramado que amanece bajo tu vientre.
Las lentas
palabras que se te escapan, obscuras,
en la
delicia que vibra en el diapasón en tus formas.
Me
atrapa el espeso otoño de tus escondidos lugares,
esos, en
donde el tiempo no transcurre, sino habita.
Escurrirme,
placido, certero y voraz, entre el sí y el no
que va
y viene de la fuente de todos tus deseos.
Finalmente
me reconozco vagabundo de tus contornos,
tropezando
y cayendo siempre en la misma piedra.
Porque a veces. Acabamos enamorados de esa piedra.
ResponderEliminarUn placer leerte.
Mil besitos.
Según un dicho popular, solamente el hombre (o mujer) es capaz de tropezar con la misma piedra.
ResponderEliminarFabuloso poema.