La
nada se deshilacha
en el
aroma del café.
En un
tiempo deshecho
llueven
olores y antojos.
El
alma se moja de afanes
y los
mezcla con el azúcar
que la
lluvia deja en la calle.
El
insomnio, paciente, espera
cubierto
de pálido azul.
Sorprende
un eco invertido
con su
memoria acústica,
el
pulso, todo rencor y congoja
gotea
apenas, inmaculado.
La
mirada, escasa rendija,
derrama
sueños barnizados,
inciertos,
volátiles y sin raíces,
que
impiden la llegada
de los
posibles amores entrantes.
Bonita imagen.
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