Se
satura el tiempo recurrente,
se
desploman las vergüenzas
merodeando
entre las nieblas.
Se
alejan los días, cansinos,
apretados,
con muecas ilustres
en un
histórico rincón de la casa,
con
agotamiento momentáneo,
en ese
vértigo de azules girando.
El
cuerpo, en un nuevo modo de ver,
admite
que seamos más puntuales
y
sigamos siendo nuestro destino.
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