Encadenados,
como dos lejanías,
latiendo
con el pulso de la mar,
despertamos
sobre olas verdes,
poblados
de sutiles desnudeces.
ocultos
en la quietud de la tarde.
Y el universo
se nos acababa allí,
mordiendo
la tibieza de las horas,
encarceladas
en suave ternura.
Peregrinos
de mudos silencios,
así,
vivimos caravanas de días,
historia
que, como semilla ciega,
solo
germina, secreta y forzosa,
en nuestro
propio y mínimo mundo.
Una rosa blanca reflejada en el agua, como la ternura silenciosa se refleja en el espejo de la vida. Bonito poema. Buenas noches.
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