Nos
cansamos de esperar
que
alguna vez llegara
el
veterano tren del sur.
Vagamente,
un organito
desteñía
la resignación
de
aguardar que caiga
el
bastidor de la demora.
Sin
estrépito ni elocuencia,
estáticos
como en una foto
antigua
o un lienzo ya ajado,
con la
soledad extendida
entre
los durmientes y las vía,
nos
fuimos conformando
con saber que, finalmente,
esa
espera que se probaba
en
cada uno de los cuerpos,
para
nosotros sería todo.
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