sábado, 15 de octubre de 2011

Amanecen en el mundo


Amanecen en el mundo, indignados,
como un oasis, ese reloj despierta la catalepsia
de los Estados en su cárcel de cristal.
Larga ha sido la espera del llamador
que sacude al promesante de sonrisa efímera
Caminando rinden ofrenda a un nuevo
vivir de nuevo, pregonado por incomodados miles.
Ochenta y tantos países son sala de espera,
que recoge la mirada de calles empedradas
de distancia, lejanía, abandono y tonteras.
Exasperados, crispados y estremecidos,
sus almas gemelas despliegan proclamas
en contra de una hermandad misantrópica que agobia.
Es cierto, ocurre solo de vez en tanto,
cuando el bolsillo siente que el zapato aprieta,
y tal vez, solo sean saberes para dar un primer paso
que comenzó en un mayo por Madrid.
Hoy están allí, en setecientas ciudades setecientas,
con la dimensión polemista que ha adquirido
casi un renombre iluminado: indignados.

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