lunes, 10 de octubre de 2011

Cosas imposibles

Quisiera poder coleccionar el sortilegio de un pino,
ecos perdidos de la voz de Gardel en el Abasto,
el azul verdoso de las olas frías de Ártico,
las sombras de Quinquela deambulando en el Riachuelo.
la nostalgia inmigrante en un conventillo de San Telmo,
la loca creatividad de Minujin saliendo de la ducha,
el oscuro último pensamiento de Alfonsina en la playa.
Recopilar cosas absurdas, imposibles, inasibles,
pero que guardan la arrogancia de ser únicas,
irrepetibles, exclusivas, insuperables, originales.
Poder llevarlas en un maletín y, en la mesa de un bar,
en Avenida de Mayo al setecientos, mostrarlas todas juntas,
ver los asombrados ojos de transeúntes y turistas ante ellas,
escuchar sus estúpidas preguntas sobre como las obtuve,
rechazar sus ofertas para que luzcan en París, Madrid o Nueva York,
darme el gusto de decirles que van al volver a la valija de mis imposibles
para que otro día, cuando se me ocurra, las vuelva a mostrar en otra esquina,
o para que, simplemente, las deje arrumbarse en el olvido,
hasta que otro excéntrico se ponga a hurgar en el futuro que vivió
y descubra el valor que tienen las cosas imposibles.
Te das cuenta? Las cosas imposibles.
Las que tenías frente a vos todos los días y las dejaste ir,
Para que hoy, si, sean del todo imposibles.



No hay comentarios:

Publicar un comentario