La
mujer espera en el local,
tres
diablos azuzan sus azares.
Una
decisión no es fácil de tomar,
algún
día, alguna vez podrá todas,
hoy
todo es distinto, solo una.
Emocionarse ante una piedra,
aleja
las fascinaciones de la ropa
y
las secuencias del embellecer.
Provocación
encuentra en las vitrinas,
las
malicias asoman en sus ojos,
el
espejo la ilusiona como nunca bella,
en
su trajecito de oficinista a sueldo.
El
consumo distanciado se le aleja,
oculta
su frustración en la sonrisa,
y se
regresa a la isla de su día a día.
Después
de todo, vivir significa olvidar.
Por
ahora la vida es embustera.
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