El
alma vaga con botas nuevas
en el
ascensor de lo cotidiano.
La vanidad
de las muñecas
subsiste
pese al tiempo verdugo.
La sonrisa
de una marioneta
se pinta,
con sigilo sacramental,
en un viejo
hotel sin estrellas.
El reflejo ajado de una angustia
pretende una
última llamada
marcando un
número ocupado.
Tras las
rejas, un robot interior
intenta un
paseo poco agradable,
y la
inocencia no le vale para nada.
Fantasmas en
retroceso, (por ahora),
solitarios,
dentro de sus cuerpos,
capturan en
un vuelo al olvido.
¿Que mas, aún,
se puede pedir?
Fuguémonos
de las personas
que van
viviendo de sus sombras.
Hoy es un
día de buena fortuna.
Tengo sed de
palabras que no dicen.
Si no estas,
un punto y una raya
me galopan
las indómitas entrañas
en el
espacio de tu ausencia,
justo allí,
donde tu ombligo guarda
la calidez
de la menta ácida.
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