Me
gusta en ocasiones
escuchar
el ritmo lento
del aguacero inagotable,
con
mi mirada pueblerina,
plena
de acordes de guitarra,
rodeada
de ilusión y hadas,
balbuceando
suaves letanías,
mientras,
a veces, las hojas
juegan
su sentida ausencia
en
la languidez de alfombra
que
habita el camino en otoño,
o en
la arena fina del mar
oír suplicar
a la espuma,
esos
remansos de sal
que
guarda el sudor de la roca.
Después
verte, mujer sentada,
ocultando
tu rito en esa huella
que
arde en llamas del tiempo,
mientras,
cerca de ti merodea
el
temor de mi mirada,
fingiendo
ser inocente.
Ilustración: "Mujer sentada" - Elias Bertolín Azze
Versos que fluyen como un caudal nada inocente.
ResponderEliminarSaludos.