Sin
destinatario, vaga un recuerdo
en
humanitario pregón de libertad.
Impresiona
a su memoria, el contrasentido
de
ser una evocación sin poseedor.
Es
una presencia de buen semblante,
ni
tan joven como para ser reciente,
ni
acumula años como para ser madura.
Solo
una remembranza aún lozana
que
vaga solitaria con espíritu afligido.
En
monólogo, diariamente se interroga:
si
estoy aquí, en algún instante, alguien,
queriendo
o sin quererlo, me vivió.
Tuve
que sucederle en algún ahora,
como
acontecimiento presente y real,
a
ese ser que luego, sin saber porque,
me
abandono en negligente desatención.
En
que descuidos del tiempo habré caído
del
contenedor continente que me ha vivido?
Como
puede una presencia de lo existido,
deambular
errante, sin ser conservado
por
quien lo principiara sin atesorarlo?
Su
infinita languidez de abandonada retentiva,
se
agiganta, señalándole todo su vacío.
Pero menor, mucho menor, que el de aquel
que, habiendo vivido toda una vida,
carece de recuerdos que escolten la despedida.
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