Como
un ave de paso
te
gano en ansia loca,
vagabundeando lento
en
la isla de tu infierno.
Humedeciendo
de sabor,
con
boca y manos sabias,
los
bordes de la hondura,
que,
indócil, se revoluciona
en
tormentas afectuosas
atrapando
con nectarina
cadencia
de suave cristal.
Y
allí quedo, sin despertar,
perpetuo
preso de esa flor
en
la que anido en sosiego.
Más, mucho más que hermoso!
ResponderEliminarAspiro un delicioso silencio después del fulgor de la palabra.