jueves, 27 de noviembre de 2014

El Tano

En la frente, el gesto quebradizo.
El sombrero abatido en letargo.
Entre espirales, el humo bailotea
una pátina de miedo abstracto.
Cada palabra de espejos rotos
promete esa lluvia de aventuras
que albergan las viejas estaciones,
prisioneras en peculiar oscuridad.
Y allí, él y su locura  de cerveza,
con su perfil inmóvil de provocador
oscilando al borde de la cordura.
El abismo de haber sido presidiario
se refleja en el tatuaje fantasmal,
letrero en púrpura, como alcurnia
de un coraje tallado en cicatrices.
Espera reconocimiento “el Tano”,
que el orbe pase por su besamanos
en la inmoral hora de la siesta.
Solo el silencio de un día cualquiera,
escabulléndose, extingue la luz
en la vacía habitación del geriátrico.


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