Al final de las treinta revoluciones,
girando en el perspicacia de la rutina,
esa languidez milonguera de domingo.
Una exasperación sin título ni destino.
Como un tiempo de puertas cerradas.
De ausencias, con tu voz en el dintel
buscando un pretexto en la heladera.
Con incógnitas de corazón que gime.
Por impulso, esperar detrás del espejo
la intemperie de unos ojos de
lunes,
como amante que, sin saber qué hacer,
ardiente, vagabundea sobre sus huellas.
Baile de pesadez en la tarde dominguera,
un poco de cada cosa y de todo, nada.
Ilustración: "Oscura pesadez" - Adriana Do Santos
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