jueves, 14 de julio de 2011

Macondiano

Junto al camposanto la casa abierta
de tercas soledades y ventanas,
es la que habita el hombre de la nada.
Allí se lo pasa, intentando pueril,
entender la necesidad y al tiempo.
Con sus ojos glaucos, gastados por el ver,
va descifrando, quedo, las huellas del camino.
Dicen que cuando la rebelión de las estatuas,
estuvo entre los que lanzaron la primera piedra
la víspera de ese primer fin del mundo.
La eventualidad que trae la lluvia,
le dejó una ramera bajo las sábanas,
una relación de desierto y tempestad
que abortó su viaje al paraíso.
Huyó de la ciudad de brujos y ternuras
para ya no volver a perder raíces.
Camino al cielo observo la nostalgia
cuando de frente el estigma le sonreía.
Hombre de una sola palabra, dijo:
"lo siento… esto no me pertenece"
y su respiro, devolvió a la tierra.


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