jueves, 13 de agosto de 2015

Horas de liturgia

Nunca se lo distingue en los maitines,
concentrado como está en sus rezos,
apenas si asoma con los laudes
hasta que lo oculta el sonar de las tercias.
Frente a él, ese asceta magro,
lama budista de imperturbable dignidad,
entre los riscos más encumbrados, habita ella.
Alta, flaca, con los senos firmes y vigorosos,
sus carnes arden bajo el fustán que la cubre.
En las horas que van de la víspera a la nona,
en las que ninguna mujer buena sale de paseo,
vaga a campo abierto entre rastrojos quemados
hasta donde el cielo copula al horizonte,
hilvanando fogosas y picarescas fantasías
con las que mantiene el fuego almacenado en su seno
y logran que por momentos
se sacuda su cuerpo en espasmos de goce.
Ciertas situaciones indefinidas,
aventuras que aún no habían hallado una forma concreta,
están empezando a cristalizarse en torno a ellos.
La mujer no dejaba de moverse provocativa.
tentando a esa sombra húmeda
que retiene el aliento y espera, con el cuerpo duro y tenso.
durante mucho, mucho tiempo-
Lo molesto siempre ocurre al comienzo.
ahora resulta difícil dejar las horas completas.


Ilustración: "Pecado original" - Graciela Brigante


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