Acompasado, se sosiega el pulso cansado
en la niebla que cubre la hora de la oración.
Se adormece el tiempo en un morir de palabras.
Ambivalente, en la lejanía el horizonte,
alucina
metáforas pariendo el fantasma de la luna.
Fatal, esconde su destino noctambulo el sol
como si fuera un viejo tahúr viajero de
luces.
En su sabiduría, la naturaleza se llama a
silencios.
Bordeando la periferia del pausado universo,
el artista principia en el vicio de su
quijotada.
Huellas de tintas, oleos, mármoles y bemoles,
danzan un rompecabezas de inspiración
espontanea.
Confusa, la oportunidad se diluye en alegoría
de sombras.
Presa de sus locas pretensiones una fértil
idea
inicia su itinerario por enésima vez,
queriendo plasmar
los enredos del pensamiento en la cruda
realidad.
La creación ha comenzado.
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