Las instrucciones para cartas de amantes
son precisas, escuetas y concretas.
Lo mejor es no escribirlas para no desatar el
caos,
pero, si por necesidad deben ser redactadas,
su lectura debe hacerse caminando bajo la
luna
bloqueando a los mirones del barrio,
transitando siempre del otro lado de la
ciudad,
evitando comentarios o conversaciones con
terceros interesados.
En lo posible dentro de una noche oscura,
jamás en la propia morada ni en la de
pariente alguno.
Nunca al despertar junto a quien de la misiva
no debe enterarse.
Jamás quien
la escribe debe firmarla,
ni insertar alguna confesión que comprometa
el secreto.
En lo posible que lo escrito parezca un
divague
con muestras ocultas de intensiones aviesas.
Pero, repito como mejor consejo,
no hay nada mejor que nunca enviar cartas de
amantes.
Yo no sé de nada mejor que lo hecho en
persona.
Ilustración: "Leyendo en el Bois de Boulogne" - Isaac Israels
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